Transmigrado en Banshee Town

Chapter 26: Black-Spider



Al ver que Janie se iba apresuradamente con su marido, Ethan se tocó el bolsillo de su camina buscando algo. En ese momento, sonaron pasos y una cajetilla de cigarros voló en su dirección.
Ethan levantó la mano para atrapar la cajetilla. Pronto apareció un hombre vestido de manera peculiar, un par de pantalones y botas de cuero negro, caminaba hacia él. Llevaba una camisa blanca y una faja negra alrededor de la cintura. Su maquillaje incluía una sombra de ojos llamativa, y peinado estilo mohawk coronaba su cabeza.
Ethan sacó un encendedor para encender un cigarro y al hombre frente a el como gesto de agradecimiento le ayudo a encenderle el suyo.
—Vaya si que se hizo un gran escandalo es vez. —dijo el extraño, con una expresión indiferente en el rostro.
Ethan golpeó su propio cigarrillo con el dedo, pero la colilla recién encendida no arrojó ninguna ceniza.
—Te recuerdo. Te detuve hace un tiempo, conducías una motocicleta ¿verdad?.
—Yo también te recuerdo, solo llámame Job —respondió el hombre, observando a Ethan de arriba abajo—. ¿Cómo mantienes tu piel tan bien? ¿Qué tipo de cosméticos usas?
Ethan se quedó sin palabras, sin esperar esa pregunta. Desde que había tomado la poción de regeneración, había notado cómo su piel mejoraba día a día. Siobhan también le había hecho esa pregunta varias veces, con un brillo de envidia en sus ojos. Pero esta era la primera vez que un hombre le preguntaba algo así.
Ethan tosió y murmuró en voz baja:
—Soy heterosexual.
—¡Jodete!, a quien le importa, no eres mi tipo.
—¿Qué pasó con tu cabello? —Ethan cambió rápidamente de tema, señalando la parte superior de su cabeza. La última vez que lo había visto, Job estaba calvo.
—¿Acaso no conoces las pelucas? ¿O no existen en este lugar apestoso a mierda de vaca?
Ethan se atragantó, sin saber qué responder. Job no habló más, observó en silencio a Hood a lo lejos, y luego desvió la mirada hacia Carrie Hopewell, más alejada, su cigarrillo tembló y sus ojos mostraron una mirada asesina. Los Hopewell estaban abrazando a Diva, completamente ajenos a la mirada de Job.
Job maldijo para si mismo y arrojó el cigarrillo al suelo. Ethan fingió no ver nada y fumó en silencio. Sabia como era la situación y porque Job estaba tan molesto con Carrie, ya que los había traicionado dejando a Hood en prisión.
Hood finalmente terminó de tratar con el agente del FBI, Dean Xavier, y al ver a Ethan y Job juntos, se acercó con una expresión cansada en el rostro.
—Ethan, este es mi amigo Job. Job, este es Ethan —dijo Hood, haciendo un gesto casual para presentarlos.
Ethan entrecerró los ojos al notar un círculo de cicatrices moradas en las muñecas de Hood, idénticas en ambas manos. Por su experiencia, este tipo de lesión solía ser causada por estar esposado y luchar por liberarse, algo común en presos con adicción a las drogas.
—Nos vimos hace tiempo.—comentó Ethan.
—¿Puedes decirme qué pasó con tu mano? —preguntó Ethan, levantando la suya para señalar.
Los ojos de Hood parpadearon, buscando una excusa adecuada. Pero Job frunció los labios y no pudo evitar responder:
—¿Qué más podría ser? Esa perra de Anast...
—¡Job, cállate! —Hood gritó en voz baja, y la atmósfera se volvió más tensa.
Job no tuvo más remedio que apretar los dientes, cruzarse de brazos y mirar con enojo en dirección a Carrie.
—Me ire, primero. Ya tuve subiente de la mierda del FBI, y del agente Xavier.—dijo Hood, sin molestarse en dar ninguna excusa. Hizo un gesto con la mano, se dio la vuelta y se marchó.
—Oye Job, gracias por la cajetilla. La próxima vez te invitare un trago. —exclamo Ethan, mientras Job también se marchaba, movió su mano como gesto de aprobación.
Hood y Job subieron a un auto clásico convertible de color amarillo claro. Job le dio unas palmaditas al auto antes de que Hood arrancara. En ese momento, Carrie junto a Deva, temía que si la soltara la podría perder
. Al ver a Job, sus pasos se detuvieron de repente.
Job la miró con expresión burlona y luego agitó el dedo medio susurrando "jodete perra". Hood presionó el acelerador sin dirigirle ni una mirada.
Al día siguiente...
Ethan recibió inesperadamente una llamada telefónica. Janie Kendall lo invitaba a cenar en su casa esa noche. Tras varios intentos de rechazar la invitación, Ethan no tuvo más remedio que aceptar, la mujer no aceptaba un no por respuesta.
Después de un día de trabajo, tranquilo para variar Ethan termino su turno. Los casos como de persecución, asesinato o secuestro no era habituales en Banshee, después de todo era un pueblo pequeño, y fuera de el la mayoría de los casos importantes eran atendidos por la Policía del Condado, hoy solo fueron un par de multas de transito.
Por la noche condujo hasta la casa de los Kendall en su Challenger, 

Ethan camino hacia la puerta, con una botella de vino en su mano. Era costumbre no llegar con las manos vacías a las cenas o reuniones.
—Ethan, bienvenido a mi casa —dijo Dan Kendall, sonriendo con una perfecta sonrisa.
—Gracias, eres muy amable —respondió Ethan, mientras se acercaba. Kendall le estrechó la mano y lo invitó a entrar.
Janie, al escuchar el ruido, salió de la cocina, se recogió el cabello detrás de las orejas y saludó felizmente a Ethan. Viendo que ella estaba de buen humor, Ethan sonrió y le entregó el vino tinto que había traído.
Tras unos saludos corteses, Kendall llevó a Ethan a la sala para sentarse, mientras Janie regresaba a la cocina para terminar la cena.
—Ven y prueba esto. Me lo trajo un amigo de su viaje. Es un auténtico puro cubano —ofreció Kendall, sacando un cigarro del humidor que tenia sobre la mesa y entregándoselo a Ethan. 
Después de pasar por un tedioso proceso y explicación de como disfrutarlo, Ethan aceptó el cigarro, pero pensó en aplastarlo en el cenicero. Este tipo de cosas, que deben disfrutarse lentamente, pero tal ves el joven alcalde estaba apresurado por alardear un poco con el, lo guardaría para disfrutarlo en su cabaña.
Después de escuchar a Kendall hablar sobre las políticas de Banshee, y de como implementarlas durante más de diez minutos, Ethan, inquieto, finalmente escuchó la voz de Janie anunciando que la cena estaba servida.
Afuera, el cielo ya se había oscurecido, y una enorme lámpara de cristal iluminaba intensamente el comedor de la familia Kendall. Sobre la mesa de mármol había tres costillas de ternera y un gran plato de pasta italiana, todo tenia una pinta deliciosa.
Una vez que Ethan se sentó, Janie colocó un pequeño plato de macarrones frente a él. Kendall también abrió el vino tinto que Ethan había traído. Levantó la copa y dijo con una sonrisa:
—Ethan, Janie y yo, queremos agradecerte por lo que hiciste ayer. Fue muy valiente de tu parte.
—Gracias. Solo hice lo que debía, es mi trabajo. La comida se ve genial, muchas gracias Sra. Kendall —respondió Ethan, sin querer prolongar la cortesía. Tomó un sorbo de vino tinto, agarró el tenedor, enrolló los macarrones y se los metió en la boca.
Después de masticar unas cuantas veces, los ojos de Ethan se iluminaron. La comida de Janie era inesperadamente deliciosa.
Durante la cena, Kendall siguió hablando, pero la conversación pasó de la política a Proctor. Ethan escuchó a Kendall hablar efusivamente sobre las pruebas contra Proctor, pero que nunca se le había podido comprobar ningún delito, solo podía sonreír de vez en cuando, y nunca dejó de comer.
Janie miraba extraña a Ethan de vez en cuando, y la atmósfera era pacífica.
Después de la cena, Ethan se despidio de los Kendall, condujo hacia su casa, 
Se puso ropa informal y se dirigió al Savoy Gentlemen's Club, desde que volvió de San Francisco no había tenido tiempo pasar el rato en el lugar. Tras pagar la entrada, caminó directamente hacia el costado del escenario y encontró un lugar para sentarse. Al parecer llego justo a tiempo, antes de que iniciar el show principal.
Pronto la música envolvió el lugar rápidamente, sonó "Earned It" de The Weeknd por los parlantes, mientras una mujer rubia, emergió de las sombras. Su cabello dorado caía en ondas suaves sobre sus hombros, y sus ojos azules brillaban con una mezcla de confianza y sensualidad. Pronto un mesero noto su presencia, sin decir mucho se movió para llevarle a su mesa un vaso de whisky solo en las rocas.
La mujer llevaba un conjunto negro ajustado que resaltaba cada curva de su cuerpo, hecho de encaje y cuero que destellaba bajo las luces del escenario. El tubo de acero se alzaba a su lado, pero ella se movía con una facilidad casi sobrenatural, como si el metal fuera una extensión de su propio cuerpo.
La música aumentó su ritmo, y la mujer se acercó al tubo, acariciándolo suavemente con las puntas de los dedos antes de lanzar una mirada seductora al público. Ethan, que había estado observando desde su asiento al borde del escenario, sintió que su corazón latía un poco más rápido.
Con un giro elegante, la rubia saltó al tubo, enredando una pierna alrededor de él mientras se inclinaba hacia atrás, dejando que su cabello rozara el suelo. La audiencia quedó hipnotizada mientras ella se levantaba lentamente, su cuerpo deslizándose por el tubo con una gracia que contradecía la fuerza necesaria para sostenerse en el aire, desasiéndose poco a poco de sus prendas dejando expuesta su figura.
Cada movimiento estaba perfectamente sincronizado con la música. Cuando la melodía alcanzó un clímax, ella giró alrededor del tubo, sus piernas extendiéndose en una división perfecta, antes de bajar de nuevo, su cuerpo moviéndose como un felino cazando a su presa. El sudor comenzaba a brillar en su piel mientras el espectáculo se intensificaba, pero ella no perdió el control ni por un segundo.
Ethan no pudo evitar sonreír mientras sacaba un fajo de billetes pequeños y lo arrojaba al aire sobre la plataforma. Los dólares revolotearon hacia el escenario, algunos pegándose a la piel húmeda de la mujer, quien le lanzó una sonrisa.
El espectáculo culminó con la rubia deslizándose por el tubo en un último giro, sus pies tocando el suelo con la elegancia de una bailarina.
Después de divertirse un par de horas y de unos cuantos tragos, Ethan estaba a punto de salir del club cuando una rubia alta que había iniciado el show caminó junto a él. Ethan solo la miró y su memoria volvió inmediatamente a él, ese cuerpo era inconfundible, era la chica que habia visto cuando se encontró con Kai Proctor antes. 
La rubia notó la mirada de Ethan y sonrió, agarrando su mano e intentando llevárselo. Ethan rápidamente quiso negarse, pero su cuerpo no lo obedeció dio un paso adelante y la siguió.
—Bueno, nunca eh podido rechazar a una mujer hermosa. —suspiró Ethan.
Llegaron a un rincón cubierto, varias cabinas se extendían por un estrecho pasillo, donde el apasionado baile erótico de la rubia enriqueció enormemente los conocimientos de Ethan. 
Por lo regular si no eran clientes habituales o VIP, solo recibían servicios de bailes normales, por el no buscaría dormir con esta mujer, era un belleza era cierto pero no era su tipo. Ethan se levantó, abrió la cortina medio cubierta y salió. Después de dar unos pasos, se detuvo.
Brock estaba fumando un cigarro con expresión de disfrute, recostado en un rincón con una copa de vino en la mano, mientras una chica pelirroja bailaba lentamente sobre él. Esto es lo que podía definir como un cliente habitual.
Los dos se miraron y Ethan levantó el pulgar hacia su compañero con una sonrisa. Esa pequeña cintura se torcía con gracia sobre el vientre abultado de Brock, al verlo se sintió rápidamente enojado, agarró un puñado de nueces del pequeño plato a su lado y se las arrojó. Al ver esto, la chica pelirroja rápidamente se levantó y se acercó. Al cerrar la cortina, incluso le guiñó un ojo a Ethan.
Ethan se rió y abandonó el Savoy Gentlemen's Club en medio de las maldiciones de Brock.
Todavía excitado por lo sucedido, Ethan se subió al auto y condujo hacia el restaurante de Miles. No sabía si Daria estaba trabajando, pero Ethan sintió que solo ver no era suficiente, tal ves su prima aun seguía en el pueblo.
Al estacionar el auto fuera del restaurante, pudo ver a Daria sentada en la barra a través del enorme ventanal de vidrio. Ya era muy tarde y solo había una o dos personas cenando en el restaurante. Ella estaba disfrutando de un raro momento de tranquilidad en el restaurante. Apoyada en una mano, hojeaba las revistas esparcidas sobre la barra, sonriendo de vez en cuando. La atmósfera en el lugar parecía particularmente tranquila.
Al ver la escena frente a él, el estado de ánimo inquieto de Ethan se calmó. Abrió la puerta de cristal del restaurante y entró con una sonrisa. Daria se levantó al escuchar el ruido, y al ver que era Ethan, lo saludó alegremente.
—¿Qué haces aquí?
—No podía dormir, asi que salir a dar la vuelta y despejarme.
Ethan se sentó en la silla frente a ella y pidió una botella de cerveza. Ambos se tumbaron en la barra y discutieron los chismes de las revistas, riéndose de vez en cuando.
Mientras conversaban animadamente, alguien abrió la puerta y entró. Pronto se levantó del taburete y se acercó para saludar al recién llegado. Ethan la ignoró y continuó leyendo las revistas en sus manos.
—Cafe y una rebanada de pastel, ¿tienes alguno?
—Claro, los preparo yo misma —ofreció Daria—. Tenemos, de nuez y chocolate.
Presentó los pasteles cubiertos con tapas de vidrio en la barra a los invitados.
—Tráeme un trozo de chocolate —sonó una voz profunda, con un acento tan marcado que recordó a Ethan a la chica ucraniana de hace un rato.
Daria sonrió, abrió la tapa de cristal, cortó un trozo de tarta de chocolate y lo colocó en un plato.
—Puedo ver que no eres de por aquí, ¿verdad? —comentó mientras empujaba el plato frente al invitado—. Después de todo, todos en el pueblo han venido a mi restaurante. Nunca te había visto antes.
El hombre de traje frente a ella sonrió, pero no dijo nada.
—Viendo tu acento, me pregunto de dónde eres —pregunto con curiosidad.
El hombre del traje no respondió a la pregunta. Después de golpear el pastel frente a él con un tenedor de acero inoxidable, no comenzó a comer directamente, sino que estiró la mano hacia su bolsillo. Cuando la sacó, sostenía un billete de cien dólares.
—Esto cubre el costo del servicio y el resto quédatelo como propina —dijo el hombre, con un fuerte acento, de Europa del Este, mientras dejaba el billete en la barra y lo empujaba hacia la mesera—. Quiero preguntarte algo, si no te importa.
—Por supuesto. ¿Qué quieres saber? —Daria sonrió mientras guardaba el dinero en su delantal.
El hombre del traje asintió con satisfacción y tamborileó con los dedos en la encimera.
—Por ejemplo, conoces al Jefe del Departamento de Policía de Banshee.
Ethan dejó de pasar la página y miró de reojo, sus ojos volviéndose agudos. El hombre frente a Daria tenía un corte de cabello corto y una constitución corpulenta. Su traje parecía estar ligeramente desabotonado, revelando un feroz tatuaje de una araña negra en su cuello.
El hombre del traje notó los movimientos de Ethan, se giró un poco y lo miró.
El dinero llegó muy fácilmente, y se rió alegremente por la propina tan generosa.
—El es Ethan. Trabaja en el Departamento de Policía de Banshee. Si quieres saber algo, pregúntale.
—Voy a hacerte un batido. Es un regalo de la casa.
Daria, temerosa de que Ethan se molestara, se rio y corrió hacia la parte trasera para preparar el batido.
Sin embargo, no notó que tanto Ethan como el hombre del traje permanecieron inmóviles, sin pestañear. Después de que ella se fue, el único sonido que quedó fue el del ventilador girando sobre sus cabezas.
El último cliente del restaurante terminó su comida, abrió la puerta de cristal y salió. La puerta se cerró de golpe detrás de él.
Con la mano en la encimera y su arma lista en la ropa, Ethan no tuvo tiempo de tocarla. En cuanto escuchó el sonido de la puerta, saltó ferozmente, abalanzándose sobre el hombre del traje.
El ambiente del restaurante cambió en un instante. La tensión era palpable, y el aire se llenó de una energía peligrosa cuando el hombre del traje, con un movimiento rápido y letal, se lanzó hacia Ethan. En su mano, el tenedor brillaba como un arma mortal, moviéndose con la precisión de una serpiente venenosa, cada apuñalada dirigida a acabar con su oponente.
Ethan, con los reflejos afilados gracias al aumento de la habilidad de experiencia en peleas cuerpo a cuerpo, esquivó el primer ataque, inclinando su cabeza hacia un lado en el último segundo. El tenedor pasó tan cerca de su cuello que pudo sentir el frío del metal rozando su piel. No hubo tiempo para pensar, solo para actuar. El hombre del traje no le dio respiro, girando sobre sí mismo con una velocidad inesperada y lanzando un puñetazo directo a la mandíbula de Ethan.
Ethan bloqueó el golpe con su antebrazo, desviando el puño con un movimiento fluido, mientras utilizaba el impulso para lanzar una rodilla hacia el abdomen del hombre. Pero su oponente, mostrando una astucia fría, bajó las manos rápidamente, atrapando la rodilla de Ethan en el aire con ambas palmas. El impacto resonó en la habitación, pero fue mitigado por la fuerza del hombre del traje.
El sudor comenzó a brillar en la frente del hombre del traje, reflejando la luz del restaurante. Estaba claro que no esperaba que Ethan fuera tan fuerte, pero el policía no iba a darle la oportunidad de recuperarse. Aprovechando el pequeño margen que había creado, Ethan liberó su pierna y retrocedió medio paso antes de lanzar una combinación rápida de golpes.
El primero fue un jab directo a la cabeza del hombre del traje, seguido de un gancho potente dirigido a las costillas. El hombre logró bloquear el jab con su antebrazo, pero el gancho lo impactó con fuerza en las costillas, obligándolo a soltar un gruñido de dolor. El sonido de su respiración forzada llenó el espacio entre ellos, pero Ethan no estaba dispuesto a detenerse ahí.
Giró su cuerpo en un movimiento fluido, cargando su codo como si fuera una cuchilla. Con precisión, lanzó el codo hacia las costillas del hombre del traje, buscando un hueco en su defensa. El hombre intentó reaccionar, levantando el brazo para bloquear, pero el golpe fue demasiado rápido, demasiado certero. Sintió un entumecimiento inmediato recorrer su brazo, como si los nervios hubieran sido desconectados de repente.
El tenedor, que había estado sosteniendo con tanto fervor, se le escapó de entre los dedos adormecidos, cayendo hacia el suelo. Pero antes de que pudiera tocar el piso, Ethan lo atrapó en el aire, con la misma rapidez que un rayo.
Los ojos del hombre del traje se abrieron con incredulidad cuando vio el destello frío del tenedor dirigido hacia él. Hubo un instante en el que el tiempo pareció detenerse, y luego, con un movimiento rápido y decidido, Ethan hundió el tenedor en el pecho del hombre. El sonido fue sordo, un eco apagado de metal contra la carne, seguido de un grito ahogado que se perdió en la tensión del momento.
El hombre del traje se tambaleó hacia atrás, sus ojos llenos de una mezcla de dolor y sorpresa. La sangre comenzó a emanar de la herida mientras se sujetaba con fuerza, no había tocado un punto vital y aun se mantenía de pie manchando el costoso traje. Ethan retiró el tenedor con un movimiento rápido, dejando un rastro de sangre en su estela.
La pelea no había terminado, pero el aire estaba cargado con la tensión de un combate donde ambos sabían que el próximo movimiento podría ser el último. Ethan, con el tenedor ensangrentado aún en la mano, estaba listo para terminar lo que había comenzado.


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