Chapter 3: Capítulo 3: Hora de Caza
El amanecer cubría las Landas de Etten con una luz grisácea, un velo frío que apenas suavizaba el paisaje desolador. Las llamas de la hoguera crepitaban con fuerza, enviando chispas al aire mientras Ethan —o Tygran, como aún se debatía en llamarse— ajustaba las correas de su armadura, el hierro negro y azul resonando con cada tirón. El frío de la noche se había colado en sus articulaciones, pero el calor del fuego y el trago helado de agua de su cantimplora lo habían sacado del sopor matutino. La cabra, a su lado, mordisqueaba el césped seco con una calma que contrastaba con el torbellino de pensamientos en su cabeza. Habían sobrevivido la noche, un pequeño triunfo en un lugar donde cada sombra parecía ocultar colmillos. Pero las Landas no eran un sitio para descansar. Si quería respuestas, si quería vengar a esos enanos que no conocía, pero cuya sangre ahora sentía como suya, necesitaba moverse, cazar, subir de nivel.
"Es hora de cazar, amiga," dijo, golpeando su cabeza contra la de la cabra en un saludo que ya era tan natural como respirar. La bestia respondió con un balido y un cabezazo firme, enviándolo al suelo con un thud sordo que levantó polvo. Ethan rodó, riendo entre jadeos mientras veía estrellas danzando frente a sus ojos, el golpe resonando en su casco como un eco metálico. "¡Eres un peligro, maldita sea!" gruñó, poniéndose en pie con una sonrisa torcida, sacudiéndose la tierra de las manos. La cabra ladeó la cabeza, como si estuviera orgullosa de su fuerza, y él le dio una palmada afectuosa en el lomo, sintiendo el calor de su piel bajo la lana áspera. "Vamos a necesitar esa energía hoy."
Desmanteló el campamento con rapidez, sus movimientos precisos a pesar de la torpeza que aún sentía en este cuerpo prestado. Enrolló la carpa de piel y la aseguró al lomo de la cabra, el cuero crujiendo bajo sus dedos. Apagó la hoguera con un puñado de tierra, el humo disipándose en el aire helado como un suspiro final. Su hacha grande colgaba de su cinto, el peso familiar rozando su muslo con cada paso, mientras la pequeña descansaba en una funda en su espalda, lista para un lanzamiento rápido. El escudo con forma de rostro enano lo llevó en la mano izquierda, su superficie marcada por arañazos que contaban historias de batallas que solo Tygran había vivido. La interfaz del sistema brilló en su mente con un pensamiento: Energía: 8/20, Recuperación: 3/20. La habilidad Convocar Aliados Enanos estaba en nivel 1, lista con su tiempo de reutilización de 5 minutos intacto desde la última batalla de Tygran, invocando solo a 30 guardianes permanentes. "Suficiente para empezar," murmuró, calculando sus opciones.
Montó a la cabra, agarrando las riendas con firmeza, el cuero áspero firme contra sus guanteletes. "Busca trasgos," ordenó, su voz resonando con una autoridad que no sabía que tenía, un eco de la furia enana que empezaba a arder en su pecho. La cabra baló, como si entendiera, y comenzó a trotar hacia el norte, sus pezuñas golpeando la tierra con un ritmo constante que reverberaba en el silencio. Las Landas de Etten se desplegaron ante él: colinas desnudas salpicadas de rocas grises, árboles secos inclinados como si el viento los hubiera doblegado hace siglos, y un aire cargado de tensión roto solo por el crujido de ramas bajo las pezuñas de su montura. El hedor a muerte seguía flotando, un recordatorio constante de la carnicería que lo había arrojado a este mundo, y cada tanto, un cadáver de trasgo o troll aparecía como un marcador macabro en el camino.
Tras una hora de recorrido, la cabra redujo el paso, sus orejas temblando como si captaran algo que él no podía. Ethan tiró de las riendas, deteniéndola tras una colina baja cubierta de hierba seca y arbustos espinosos. Un coro de gruñidos guturales, chillidos agudos y el chirrido de metal contra metal llegó desde el otro lado, un ruido que le puso los nervios en punta y le aceleró el corazón. Se asomó con cautela, su Visión: 2/20 limitando lo que podía distinguir entre los árboles rotos y la penumbra de las colinas, pero lo que vio le cortó el aliento. No era una patrulla pequeña. Era una horda trasgo digna de las facciones del juego: treinta guerreros trasgos con cuchillas curvas oxidadas formaban un regimiento desordenado, sus cuerpos huesudos envueltos en armaduras de placas mal ajustadas; treinta arqueros trasgos, más flacos aún, cargaban arcos cortos y flechas con puntas toscas, sus ojos amarillos escudriñando el terreno; dieciséis semitrolls lanceros, un batallón de figuras grotescas de piel grisácea, blandían lanzas pesadas y llevaban armaduras de placas unidas con cuerdas, sus pasos haciendo temblar la tierra; y doce jinetes de arañas, trasgos montados en bestias negras de patas chasqueantes, armados con lanzas y arcos, sus movimientos rápidos y erráticos.
"Eso no es una patrulla básica," susurró Ethan, tragando saliva mientras su mente gamer analizaba el caos. "Es una maldita invasión. Los trasgos siempre apuestan por los números, pero esto es una locura." La interfaz parpadeó en su visión: Energía: 8/20. Con treinta guardianes enanos a su disposición en nivel 1, podía igualar a los guerreros trasgos, pero los arqueros, semitrolls y jinetes de arañas lo superaban en cantidad y versatilidad. "Tendré que ser listo," murmuró, su aliento formando vaho en el aire frío.
Bajó de la cabra, dándole una palmada suave en el flanco. "Quédate aquí y no hagas ruido," dijo, y ella baló en protesta, pero obedeció, escondiéndose tras la colina con un trote silencioso. Ethan avanzó agachado, el escudo alzado frente a él y la hacha en su mano derecha, el filo reluciendo con la promesa de sangre. Se posicionó tras un árbol roto, su respiración controlada mientras planeaba. "Primero los arqueros," pensó. "Si no los neutralizo, me coserán a flechazos antes de que pueda acercarme." Respiró hondo, sintiendo el peso de su armadura y el latido acelerado de su corazón. "¡Khazâd ai-mênu!" gritó, su voz resonando como un trueno enano que hizo temblar el aire.
Una niebla espesa envolvió el claro, un cuerno de guerra retumbó desde la nada, profundo y ancestral, y treinta guardianes enanos emergieron de la bruma. "¿Quién ha pedido a los guardianes?" rugieron al unísono, sus voces graves resonando como un coro de piedra viva. Eran de la misma altura que Ethan, una cabeza más alta que el promedio enano, sus cuerpos robustos moldeados por un entrenamiento formal que los convertía en élite. Sus barbas amarillas, trenzadas con precisión, caían sobre armaduras rojizas relucientes, y sus escudos altos y hachas afiladas brillaban con un orgullo que parecía tallado en sus rostros duros, reflejo de su vocación como guardianes de los enanos. Lo miraron con ojos firmes, esperando órdenes.
Los trasgos chillaron, girándose hacia el sonido con ojos amarillos desorbitados, mientras los semitrolls rugían, alzando sus lanzas con bramidos que hicieron temblar el suelo. Los jinetes de arañas giraron sus monturas, sus patas chasqueando en un frenesí. "¡Baruk Khazâd! Khazâd ai-baruk!" rugió Ethan, cargando tras sus aliados con el escudo en alto. "¡A los arqueros primero!" ordenó, señalando con su hacha. Los guardianes se lanzaron como una marea de acero, sus escudos formando una pared móvil mientras avanzaban hacia el regimiento de arqueros. Las flechas volaron en una lluvia desordenada, rebotando contra los escudos con un coro de clangs metálicos, pero cinco encontraron su marca, derribando a guardianes con flechas clavadas en las juntas de sus armaduras, sus barbas amarillas tiñéndose de rojo.
Ethan gruñó, esquivando una flecha que rozó su casco, y corrió junto a sus enanos, su hacha cortando al primer arquero que alcanzó, partiéndole el cráneo en un chorro de sangre negra que salpicó su escudo. Los guardianes chocaron contra los arqueros como una avalancha, sus hachas abriendo pechos y cortando extremidades con una precisión brutal, pero tres más cayeron bajo una segunda andanada de flechas, dejando solo veintidós en pie. "¡A los guerreros!" gritó Ethan, girándose hacia el regimiento de trasgos que cargaba con sus cuchillas curvas, un enjambre verde que parecía interminable.
Los guardianes se reorganizaron, sus escudos bloqueando golpes con un estruendo metálico, pero la superioridad numérica de los trasgos comenzó a pesar. Cuatro guardianes más cayeron bajo una lluvia de cuchilladas, sus armaduras rojizas abolladas y sus cuerpos inmóviles en la tierra ensangrentada. Ethan se lanzó al centro del combate, su escudo desviando un golpe que habría abierto su pecho, y hundió su hacha en el torso de un trasgo, arrancándole un grito agudo antes de que se desplomara. Pero los semitrolls avanzaban desde atrás, sus lanzas pesadas cortando el aire como guadañas. Una lanza atravesó a un guardián, levantándolo del suelo antes de arrojarlo como un muñeco roto, y otra derribó a dos más en un solo golpe, reduciendo su número a dieciséis.
"¡Maldición!" exclamó Ethan, rodando bajo un golpe y cortando el tendón de un semitroll con un tajo rápido, haciéndolo caer con un rugido que sacudió el suelo. Los jinetes de arañas entraron desde los flancos, sus monturas galopando con lanzas y flechas volando en un torbellino de caos. Ethan alzó su escudo, bloqueando una flecha, y gritó: "¡A las arañas!" Los guardianes se dividieron, enfrentando a los jinetes, pero dos más cayeron bajo lanzas que perforaron sus escudos, dejando solo catorce. Ethan corrió hacia un jinete, esquivando una lanza que rozó su armadura, y lanzó su hacha pequeña con un giro rápido, el arma silbando en el aire hasta clavarse en el pecho del trasgo montado, derribándolo. La araña, descontrolada, se abalanzó sobre él, sus mandíbulas chasqueando, pero Ethan rodó, hundiendo su hacha grande en su abdomen, un chorro de icor verde salpicándolo mientras caía.
La cabra salió de su escondite con un balido feroz, embistiendo a una araña por detrás y clavando sus cuernos en sus patas con un crujido que hizo retroceder a la montura. El trasgo montado cayó, y los guardianes aprovecharon, sus hachas cortando hasta que la bestia quedó inmóvil. Los jinetes restantes presionaron, pero los enanos resistieron, derribando uno tras otro. Los semitrolls y guerreros trasgos seguían avanzando, sus números abrumadores chocando contra la línea enana, pero Ethan y sus guardianes lucharon con una ferocidad desesperada, sus hachas y escudos formando un muro menguante. El último semitroll cayó con un hachazo en el cuello, y los trasgos restantes, reducidos a menos de diez, huyeron chillando hacia las colinas.
Ethan jadeó, apoyándose en su hacha mientras la interfaz brillaba: "Enemigos derrotados: 88. Experiencia +880. Nivel 2 alcanzado. Puntos de Atributo: 1. Puntos de Habilidad: 1." Solo catorce guardianes quedaban en pie, sus armaduras rojizas salpicadas de sangre e icor, sus barbas amarillas manchadas pero sus rostros imperturbables. Uno de ellos, con una voz grave como el granito, repitió: "¿Quién ha pedido a los guardianes?" Ethan río, exhausto, y levantó una mano firme. "Yo, y lo volveré a hacer."
La cabra trotó hacia él, su cornamenta manchada de verde, y le dio un cabezazo suave en la pierna, como si celebrara la victoria. "Tú también eres una guerrera, ¿eh?" dijo, devolviéndole el gesto con una palmada agotada. Se desplomó sobre una roca, su respiración entrecortada mientras revisaba la interfaz. "Ochocientos ochenta de experiencia," murmuró, incrédulo. Había subido a nivel 2 enfrentando una patrulla que parecía un ejército entero. Asignó el punto de atributo a Energía (ahora 9/20), sintiendo un impulso en su fuerza, velocidad de ataque y movimiento, y el punto de habilidad a Convocar Aliados Enanos, llevándolo a nivel 2. La descripción se actualizó: "Nivel 2: Invoca 30 guardianes y 30 lanzadores de hachas permanentes. Reutilización: 5 minutos." Los lanzadores de hachas, con sus barbas blancas y su grito "¡Sentirán el miedo al ver nuestras barbas!", serían su próximo as en la manga. "Esto es solo el principio, amiga," dijo a la cabra, poniéndose en pie con sus catorce guardianes a su lado. Las Landas de Etten eran un nido de enemigos, pero con cada caza, se hacía más fuerte. Y eso era suficiente para seguir adelante.