Chapter 7: El cumpleaños de una princesa
En el despacho del señor Helstea, Cyan observaba a Vicente leer una carta con el sello de la familia Glayder.
—El rey Blaine Glayder nos ha extendido una invitación para asistir al cumpleaños de la princesa Kathleen —explicó Vicente, dejando el pergamino sobre la mesa—. Es una oportunidad única para establecer conexiones importantes.
Cyan, sentado frente a él, asintió ligeramente.
—Ya había escuchado sobre esto. —Sus ojos se entrecerraron—. La princesa Kathleen... la llaman "fría como el hielo".
—Exacto —confirmó Vicente—. Es conocida por su carácter reservado y su talento excepcional con la magia de agua. Pero, Cyan, no solo es ella quien asistirá. Su hermano Curtis, la promesa del reino, también estará presente.
Cyan no mostró emoción, aunque en su mente ya había planeado utilizar esta oportunidad para establecer relaciones con la realeza. Había estudiado detenidamente los rumores y características de cada miembro de la familia Glayder.
—Entendido. Asistiré.
Vicente lo miró con una sonrisa.
—Esa es la actitud que esperaba.
El salón del castillo Glayder era un espectáculo. Candelabros de cristal iluminaban el lugar, y las mesas estaban decoradas con vajillas de oro y centros de mesa con flores mágicas que brillaban tenuemente.
Cyan caminaba al lado de Lilia y sus padres, su mirada analizando cada detalle y a cada invitado.
—¡Mira, Cyan! —susurró Lilia, emocionada—. ¡Es la princesa!
Kathleen Glayder estaba en el centro del salón, rodeada por un grupo de niños nobles. Su rostro era inexpresivo, y su cabello plateado brillaba bajo la luz. Cyan no pudo evitar compararla con alguien de su vida pasada.
"Ayanokōji Kiyotaka..." pensó brevemente, recordando la expresión fría de su antiguo oponente.
Mientras se acercaban, Curtis Glayder, el príncipe mayor, se acercó a ellos con una sonrisa radiante.
—¡Bienvenidos! —dijo Curtis, saludando con cortesía—. ¿Quién es este joven?
—Soy Cyan —respondió él, inclinando ligeramente la cabeza.
Curtis lo observó con interés.
—Ah, el joven genio del que he oído hablar. Dicen que derrotaste a un caballero en combate, ¿es cierto?
Cyan asintió, sin intención de alardear.
—No fue algo destacable.
Curtis soltó una carcajada.
—Modesto. Me agradas, Cyan. Ven conmigo, hay mucho que quiero mostrarte.
Mientras Curtis lo guiaba, Kathleen se unió al grupo, caminando en silencio junto a ellos. Cyan sintió su mirada y decidió romper el hielo.
—Princesa, su afinidad con el agua es famosa. ¿Es cierto que ya entrena con una lanza?
Kathleen lo miró, sorprendida por su conocimiento, pero mantuvo su expresión seria.
—Así es. Pero eso no es algo impresionante para alguien de mi posición.
Cyan sonrió ligeramente.
—A veces, la verdadera grandeza no radica en el poder, sino en cómo lo utilizamos.
Kathleen frunció el ceño, intrigada.
—Hablas como alguien mayor de lo que aparentas.
Curtis interrumpió con una carcajada.
—Eso es porque Cyan no es como cualquier niño.
Kathleen lo ignoró y continuó caminando junto a Cyan, quien ahora sentía una extraña conexión con ella, como si estuviera hablando con alguien de su nivel y no con una niña.
Más tarde, Curtis se excusó para atender a otros invitados, dejando a Cyan y Kathleen en el balcón del castillo. La luna iluminaba el cielo, y una suave brisa hacía que el ambiente fuera sereno.
—¿Por qué decidiste venir? —preguntó Kathleen de repente.
Cyan miró al horizonte.
—Para observar. Este mundo tiene tanto que ofrecer... algo que antes no valoraba.
Kathleen lo observó, cruzando los brazos.
—Eres extraño, Cyan.
Él sonrió ligeramente.
—¿Quieres ver algo interesante?
Kathleen asintió, curiosa. Cyan extendió su mano, concentrándose. Frente a ellos, partículas de agua comenzaron a reunirse, formando un copo de hielo del tamaño de su palma. El diseño era intrincado, con patrones que reflejaban la luz de la luna.
Kathleen lo miró con asombro, su fachada fría desapareciendo por un momento.
—Es... hermoso.
—La magia no solo es poder —dijo Cyan, entregándole el copo—. También puede ser arte.
Kathleen sostuvo el copo con cuidado, sus ojos reflejando una chispa de emoción.
—Tal vez no seas tan extraño después de todo.
Desde la entrada del balcón, Lilia observaba la escena. Su pecho se sentía apretado mientras veía la interacción entre Cyan y la princesa. No sabía por qué, pero sentía algo extraño, una mezcla de inseguridad y celos.
Decidió marcharse antes de que Cyan la viera, pero él notó su presencia. Más tarde,
Mientras Curtis lo guiaba por el salón, Cyan notó la mirada de Kathleen, pero también sintió algo más. Lilia, aunque quería parecer animada, estaba extrañamente callada.
—Lilia —dijo Curtis de arrepentido, mirando hacia ella con una sonrisa amable—, ¿por qué no acompañas a Kathleen mientras hablo con Cyan?
Lilia ascendió, pero su mirada evitaba la de Cyan.
Curtis, siempre observador, esperaba que las niñas se alejaran antes de dirigirse a Cyan con una sonrisa ladeada.
—Tu amiga parece estar... inquieta.
Cyan levantó una ceja.
—¿A qué te refieres?
Curtis se cruzó de brazos, su tono adoptando un matiz juguetón.
—No soy un experto en emociones, pero incluso yo puedo notar la tensión en el aire. Parece que tienes asuntos pendientes con ella.
Cyan miró hacia donde Lilia estaba hablando con Kathleen. Aunque su expresión era neutral, podía ver la incomodidad en su lenguaje corporal.
—Quizás tengas razón —admitió Cyan,
Curtis le dio una palmada en la espalda.
—Es mejor resolverlo antes de que termine la fiesta. Créeme, las cosas no mejoran si las ignorantes.
Cyan afirmó, agradecido por el consejo aunque no lo expresó abiertamente.
cuando Curtis lo animó, Cyan buscó a Lilia.
Más tarde, Cyan encontró a Lilia en el balcón del castillo, sola y mirando al horizonte. La luz de la luna bañaba su rostro, y su cabello danzaba suavemente con la brisa.
—Lilia —llamó Cyan, acercándose.
Ella se giró lentamente, impidiendo su mirada.
—¿Qué ocurre? —preguntó Cyan al encontrarla en un rincón del salón.
Lilia negó con la cabeza, pero Cyan insistió.
—Si hay algo que te molesta, puedes decírmelo.
Finalmente, Lilia bajó la mirada.
—Es solo que... me siento pequeña a tu lado. Tú hablas con la princesa como si fueran iguales, y yo... solo soy una niña tonta.
Cyan suspiró, colocando una mano en su hombro.
—Lilia, no importa lo que piensen los demás. Para mí, sigues siendo la persona que me empujó a ver más allá de mi mundo.
Lilia lo miró, sorprendida, mientras una tenue sonrisa aparecía en su rostro.
En privado, Cyan entregó un pequeño cofre a Lilia. Dentro había un anillo dimensional de tonos plateados y azules.
—Feliz cumpleaños anticipado, Lilia.
Lilia lo tomó, emocionada pero confundida.
—¿Por qué...?
—Porque quiero que sigas siendo tú misma, y esto... es para que nunca olvides que siempre estaré a tu lado.