La Familia de Riuz(Omniverso)

Chapter 36: 36) Una historia del pasado



La vida en Zoopolis solía ser ajetreada, y hoy, más que nunca, el bullicio era constante. Un crisol de especies diferentes vivía juntas en un lugar que, aunque vibrante y lleno de energía, no siempre era adecuado para todos. A pesar de las adversidades, cada ser, sin importar su tamaño, trataba de hacerse un lugar en esta ciudad. Fue después de una gran cantidad de inmigraciones de diversas especies que Zoopolis se volvió aún más ruidosa y dinámica. Además, en un esfuerzo por reflejar su crecimiento y el avance de la ciudad, su nombre cambió de Zoopolis a Zootopia.

En esta ciudad, muchos animales vivían en condiciones precarias, no siempre adaptadas a sus características o necesidades. Un claro ejemplo eran los pequeños roedores, que, debido al tamaño de la ciudad, vivían de manera pobre, pues un lugar tan grande no estaba diseñado para criaturas tan diminutas.

Una tarde, en una de las calles de la ciudad, una figura encapuchada, casi completamente cubierta, se detuvo a descansar. El ser, agotado y empapado en sudor, se apoyó en la pared de un negocio para recobrar aliento. Se deslizó lentamente hasta el suelo, donde se sentó, sacando de su mochila una pequeña cantimplora y bebiendo de ella. Mientras lo hacía, sus ojos se perdieron en el bullicio del lugar: personas de todo tipo, algunos vehículos, edificios imponentes y tiendas por doquier.

Permaneció en silencio, observando el caos ordenado, perdido en sus pensamientos. Ya no sabía ni por qué estaba allí; había pasado por ese mismo lugar muchas veces en la última semana debido a... pero en ese momento, eso ya no importaba. Después de tanto correr por la ciudad, descansar era lo único que deseaba. Su mente y cuerpo necesitaban ese respiro. Así permaneció, sumido en su quietud, por una hora, tal vez más, hasta que un pequeño sonido lo sacó de su trance.

Mirando todo, parecia perdido en sus pensamientos, ya ni siqueira sabia que estaba haciendo alli, habia pasado por este lugar y sus alrededores varias vecs dudrante la ultima semana debido a... Pero ahora eso no importaba, luego de correr tanto por toda la ciduad, el descando era bien mercido y su principal foco de atencion en este momenot. permanecio alli durant huna hora, quizas mas, hasta que sintio que algo o alguiqne lo llamava.

Miró a su lado, y tras bajar la mirada, vio de dónde provenía el sonido. Una pequeña musaraña, con su diminuta ropa y una boina, se acercaba, ofreciendo algo en sus manos.

Musaraña: "Señor… tome… es para usted." – Dijo, alzando una especie de cono de masa relleno de crema, con una sonrisa tímida.

???: "¿Para mí?" —Preguntó el encapuchado, confundido. Miró a su alrededor, asegurándose de que realmente hablaba con él. Parecía ser la única opción.

Musaraña: "Sí, mi abuela quiere dárselo."

El encapuchado, aún dubitativo, extendió su mano, también cubierta, y aceptó lo que la pequeña le ofreció. Observó el dulce más de cerca: era pequeño, pero el olor era agradable ahora que lo tenía cerca de su cara.

???: "¿Por qué me das esto?" —Preguntó, aunque ya estaba levantando el dulce para comerlo. Con un ligero movimiento, apartó su capa lo suficiente para llevar el bocado a su boca de una sola vez. "Hmmm... no está mal… ¿Cuánto es?"

Musaraña: "Es gratis, señor. Un regalo de la abuela."

???: "¿Tu abuela me conoce?"

Musaraña: "No, señor. Ella y yo trabajamos en la panadería de allá." —Señaló hacia un rincón entre dos edificios.

El encapuchado miró en la dirección que indicaba la musaraña, y en el suelo, distinguió una caja modificada que parecía funcionar como una especie de casa. Como muchos roedores, no tenían viviendas convencionales; se adaptaban y transformaban lo que podían encontrar para crear un hogar.

El encapuchado, tras un breve silencio, se levantó y se dirigió hacia la pequeña panadería, ubicada en lo que parecía ser una improvisada casa de cartón. Al llegar, sacó varias monedas de entre sus ropas, seleccionó una de mayor valor y la extendió hacia la musaraña.

??: "Toma, por el… ehh… ¿cómo se llamaba?"

Musaraña: "Cannoli, señor." – Respondió, tomando la moneda con alegría.

Justo en ese momento, una voz femenina proveniente del interior de la panadería llamó la atención del encapuchado. De la casa salió una musaraña mayor, con un pañuelo rojo sobre la cabeza.

Abuela M: "No hace falta pagar, es un regalo."

???: "No puedo aceptarlo. Tengo dinero para pagar, y prefiero hacerlo. Es lo menos que puedo hacer. Además, no puedo aprovecharme de una dama tan hermosa como usted. Son solo unas pocas monedas."

Abuela M: "Jojojo, qué joven tan encantador… ahora, menos puedo cobrarte por algo tan insignificante. Toma tu dinero, niño, no nos hace falta tanto en este momento."

???: "Insisto, ese cannoli lo vale."

La discusión siguió durante un rato, con el encapuchado y la anciana intentando convencer al otro. La pequeña musaraña, en medio de ambos, extendió la moneda de un lado al otro, agotándose por el esfuerzo.

???: "Hagamos esto. Quédate con la moneda y las demás que tengo conmigo." —Dijo, dejando varias monedas frente a la puerta. "A cambio, vendré los próximos días a disfrutar de tus delicias. ¿Te parece bien, señorita...?"

Benedetta: "Benedetta…" —Respondió la anciana.

???: "Un nombre tan bonito como la persona que lo porta." —Dijo el encapuchado, levantando suavemente la mano de la musaraña, como si fuera un gesto de caballerosidad. Luego, arrodillandose en el suelo, se inclinó para besarle la mano.

Este gesto sorprendió a los transeúntes. Nadie solía mostrar tanto respeto a los pequeños roedores, considerados por muchos como seres sucios y despreciables. Pero para los pocos que lo vieron, este acto fue interpretado como un signo de humildad y nobleza, una muestra de respeto que rara vez se les ofrecía.

Benedetta: "Hace que me sea más difícil aceptar tu dinero, joven. No creo poder cobrarle a alguien tan caballeroso."

???: "No piense en eso. Volveré mañana. Espero poder disfrutar de más de su deliciosa comida. Por cierto, me llamo… pueden decirme Blacky."

...

Esta no fue la única interacción entre las musarañas y la figura encapuchada. Tal como había prometido, Blacky regresó sin falta los días siguientes, visitando la pequeña panadería improvisada de la familia musaraña. A pesar de la constante disputa por su insistencia en pagar por los productos, la anciana Benedetta terminó cediendo, aunque como compensación comenzó a preparar porciones cada vez más generosas para su peculiar cliente.

Con el tiempo, la joven musaraña y Blacky formaron una amistad inesperada. Ambos compartían la ausencia de prejuicios y, a pesar de sus diferencias, encontraron un vínculo que los unía. Incluso trabajaron juntos durante un tiempo, dividiendo las entregas y ayudando a que el negocio prosperara. Los vecinos se sorprendían al ver cómo aquel enigmático visitante contribuía al crecimiento de la humilde panadería.

La revelación de la verdadera identidad de Blacky fue un acontecimiento inolvidable para las musarañas. Bajo la capucha se encontraba un humano, una especie casi mítica en el mundo. Los humanos, conocidos por su apellido común "Zoo Black," eran figuras de renombre, sinónimo de riqueza y prestigio, aunque su historia no sea muy larga. Sin embargo, su vida pública era limitada, ya que tras cumplir los 30 años, parecía que se retiraban de la sociedad. Esto hacía que encontrar a uno de ellos fuera algo excepcional, además de su ya escaso número. Claro, esto sin contar a esas familias de primates que se afeitaron para poder llamarse humanos y colgarse de la fama de estos. 

Blacky, cuyo verdadero nombre era Riuz, como el de todos los otros humanos conocidos hasta ahora, les confesó que nunca se había sentido cómodo con el estilo de vida noble de su familia. Escapaba a menudo de ese ambiente opulento para explorar otros rincones de la sociedad, lo que lo había llevado hasta las musarañas, agradeciendo del encuentro de amigos tan auténticos.

Aunque al principio la familia musaraña sintió cierta incomodidad tras conocer la verdad, pronto prevaleció el afecto que habían cultivado. Los lazos de amistad superaron cualquier barrera, y la vida continuó con normalidad. De hecho, el grupo pronto creció con la llegada de un nuevo integrante: un joven oso polar llamado Koslov.

Zootopia, pese a su fama de utopía moderna, no era tan amable con todos sus habitantes. Animales de todas partes enfrentaban dificultades, especialmente aquellos de biomas ajenos o de menor tamaño. Sin embargo, la unión de estos tres amigos hacía que incluso los días más grises fueran soportables. Riuz, la musaraña y Koslov, ademas de trabajar juntos, durante su tiempo libre se dedicaron a recorrer la ciudad, ayudando donde podían: llevando hielo a los osos polares, asistiendo a los pequeños en la construcción de sus hogares, ayudando a los grandes en espacios reducidos, y repartiendo comida entre los necesitados...

Pero no todo podía ser perfecto. Donde hay luz, también hay sombras, y Zootopia no estaba exenta de criminales. Entre ellos, un mafioso local, un rinoceronte, se sentía molesto por el auge de negocios como la panadería de Benedetta, a quienes consideraba "parásitos." Decidió atacar el negocio, saqueando y destruyendo la pequeña tienda.

Lo que el rinoceronte no entendió fue que la verdadera fuerza no siempre reside en el tamaño o las armas, sino en la unión. La panadería de Benedetta no era solo un negocio; era un símbolo de comunidad y esperanza. Los tres amigos, la mente maestra, la fuerza y la destreza —la musaraña, el oso y el humano— no solo eran vagabundos errantes. En sus viajes habían forjado amistades por toda la ciudad. Cada uno tenía sus propias fortalezas, y los desdichados de Zootopia veían en ellos una mano amiga.

El ataque a la panadería no quedó sin respuesta. La destrucción del hogar y sustento de Benedetta despertó la ira de todos aquellos a quienes los tres amigos habían ayudado. Como una colonia de hormigas que puede derribar a un elefante, los oprimidos de Zootopia se unieron contra la amenaza. El rinoceronte y sus hombres subestimaron a sus oponentes, pero pronto aprendieron que no debían meterse con quienes saben luchar por los suyos.

Atacar la panadería de Benedetta fue un error imperdonable, y los días de tranquilidad para los criminales estaban contados. El grupo de amigos no solo restauraría lo perdido, sino que demostrarían que incluso en una ciudad como Zootopia, la camaradería siempre prevalece.

Una nota anónima llegó pronto a ciertas manos. Lo que empezó como un rumor se transformó en noticia y no tardó en llegar a los oídos de cierto rinoceronte. La información era clara: las musarañas habían escondido el verdadero dinero y se burlaban de quienes intentaron robarles las sobras. Para un jefe criminal, cuya reputación ya se tambaleaba, esto fue un golpe directo al orgullo. Enfurecido, no tardó en aparecer personalmente para ajustar cuentas.

Quizás debió notar que la calle estaba demasiado vacía. Tal vez el silencio debería haber sido una advertencia. Pero no todos poseen ese instinto que podría salvarles la vida. La única señal de que algo estaba mal apareció cuando uno de sus hombres abrió la caja donde debían estar las musarañas y encontró una pequeña nota que decía:

"Un saludo de los parásitos."

Antes de comprender lo que ocurría, el rinoceronte y sus hombres comenzaron a agitarse, sintiendo que algo se movía bajo sus ropas. En cuestión de segundos, un ejército de roedores salió de sus escondites, mientras las calles se llenaban de animales de distintos tamaños, todos portando canastas. Sin entender del todo, el grupo de criminales fue bombardeado con fruta podrida.

El caos no terminó ahí. El picor en sus cuerpos, resultado de una poción que los roedores habían dejado entre sus prendas, empeoró su situación. Entre la confusión, los golpes comenzaron: rodillos de amasar, escobas y puños de grandes osos polares se aseguraron de que los mafiosos quedaran completamente sometidos.

El rinoceronte, herido y humillado, fue llevado a una fábrica de hielo cercana, donde quedó congelado en un gran bloque. La macabra exhibición fue colocada en una plaza concurrida como un mensaje claro: este jefe ya no podría amenazar a nadie.

Aquello no fue el final, sino el comienzo de algo más grande. Aunque Zootopia prometía ser una utopía, muchos animales sufrían desigualdades y abusos. El grupo de tres amigos, formado por la musaraña, el oso y el humano, se comprometió a proteger su territorio de cualquier otro criminal.

Con el tiempo, la zona empezó a prosperar gracias a la colaboración entre vecinos. Se levantaron pequeñas ciudades para los roedores, se planearon biomas adaptados a cada especie, y se forjaron alianzas para asegurar que todos tuvieran una oportunidad.

Riuz, el humano, no escatimó esfuerzos para ayudar. Aunque algunos miembros de la familia Zoo Black que desconocían la verdad de su existencia desaprobaban su enfoque, él utilizó sus recursos para apoyar el crecimiento de la comunidad. Así nació un negocio peculiar: una tienda de trajes para todas las tallas, que marcó el inicio de una nueva etapa donde todos eran recibidos.

Con el tiempo, los amigos que una vez lucharon contra criminales se convirtieron en figuras respetadas y temidas, formando su propia banda. No eran ni santos puros ni villanos absolutos, pero encontraron un equilibrio que permitió a la ciudad mantenerse estable. Regulaban el crimen, evitando el caos y fomentando el progreso.

...

Riuz:" Pero esa es una vieja historia de mi juventud" —dijo el humano, ya con canas, sentado en un sillón rodeado de niños de distintas especies.

Niña comadreja: "¿Ese Koslov del que hablas es el oso que vino para Año Nuevo?"

Riuz: "No, ese es su hijo, Boris. Mis viejos amigos no pudieron venir esta vez, pero creo que pronto tendrán la oportunidad de verlos... parece que hay boda en camino." —Sonrió.

Niña jirafa: "¿Y dónde está la abuela Benedetta? Quiero probar sus cannolis."

La pregunta, pronunciada con ternura infantil, llevó un instante de silencio al salón.

Riuz: "Lo siento, Ife. La abuela Benedetta ya falleció... pero no te preocupes, ella está bien, junto a nuestros antepasados, en un lugar especial."

Niño rinoceronte: "¿Pero no nos contaste que solo los de nuestra familia pueden ir a ese paraíso?" —preguntó con curiosidad.

Riuz: "Ella es familia..."

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