Alexandra trusova ×× Allen

Chapter 7: La sombra del maestro



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Kamila, con la mente llena de la energía que emanaba de Kayn, se concentró en cada movimiento. Sus pies se deslizaban sobre el hielo con una nueva precisión, sus giros eran más fluidos y sus saltos, más potentes. La presencia de Kayn, la leyenda viviente, era una fuerza magnética que la impulsaba a mejorar.
"El triple Axel es un salto complejo, Kamila. Requiere una gran fuerza y control", dijo Kayn, su voz profunda resonaba en el silencio del patinadero. "La clave está en la posición de tus pies al aterrizar. Debes mantener el equilibrio y la estabilidad".
Kamila, con la mirada fija en el hielo, asintió con determinación. "Lo intentaré", respondió, su voz llena de una mezcla de admiración y nervios.
Kayn, sin quitar la mirada de ella, continuó: "La competencia será dura. Las otras patinadoras son talentosas, pero tú tienes algo especial, Kamila. Tienes el potencial para estar entre las mejores".
Kamila, conmovida por sus palabras, sintió una oleada de confianza. La presencia de Kayn le daba una seguridad que no había sentido antes.
"Gracias, Kayn", dijo, con un brillo de esperanza en sus ojos. "Estoy trabajando duro para estar a la altura de las expectativas".
"El trabajo duro es esencial, pero también la pasión", respondió Kayn, su voz ahora más suave. "El patinaje es un arte, Kamila. Debes sentir la música, dejar que te lleve, que te inspire".
Kamila, con la mente llena de las palabras de Kayn, se concentró en su práctica. Cada movimiento se convertía en una expresión de su pasión, una danza sobre el hielo que la llenaba de emoción.
Después de un tiempo, Kamila se detuvo, con la respiración agitada y una sonrisa de satisfacción en su rostro. "Creo que estoy mejorando", dijo, con un brillo de orgullo en sus ojos.
"Sí, Kamila. Estás progresando", respondió Kayn, su voz llena de aprobación. "Pero no te detengas ahí. Sigue practicando, sigue buscando la perfección".
Kamila, con un nudo en la garganta, le agradeció con una inclinación de cabeza. "Gracias, Kayn. ¿Puedo contactarte de nuevo? Necesito más consejos".
Kayn, con un gesto de amabilidad, respondió: "Por ahora, prefiero mantenerme discreto. Pero si necesitas ayuda, estaré aquí".

Kamila, con una sonrisa melancólica, se despidió de Kayn y se dirigió hacia la salida. La presencia de Kayn la había llenado de una mezcla de admiración, respeto y misterio.
Eteri, que había estado observando la interacción entre Kayn y Kamila desde un rincón, salió de las sombras con una sonrisa enigmática. "Kayn", dijo, su voz suave pero firme. "Me alegra verte de nuevo".
Kayn, sin quitarse la máscara, respondió con un tono frío: "Eteri. ¿Qué te trae por aquí?".
"Vine a ver a Kamila", respondió Eteri, su mirada fija en él. "¿Qué opinas de su progreso?".
"Tiene un talento excepcional", respondió Kayn, su voz sin ningún tipo de emoción. "Pero necesita mejorar su control en los saltos".
Eteri, con una sonrisa de satisfacción, asintió. "Estoy de acuerdo. Es una patinadora excepcional, pero aún tiene mucho que aprender".
"Es una alumna tuya, Eteri", dijo Kayn, su voz ahora más fría. "¿No deberías estar más pendiente de ella?".
Eteri, con una mirada penetrante, respondió: "Estoy pendiente de ella. Pero también estoy pendiente de ti, Kayn. Eres un enigma, un misterio que me fascina".
Kayn, con un gesto de indiferencia, respondió: "No soy un misterio, Eteri. Soy un patinador".
"Tal vez", respondió Eteri, con un brillo de picardía en sus ojos. "Pero no puedes negar que eres un enigma. ¿Quién es el hombre detrás de la máscara, Kayn?".
Kayn, con un silencio sepulcral, se giró y se dirigió hacia la salida. "No te preocupes por eso, Eteri. No te preocupes por el hombre detrás de la máscara. Solo preocúpate por la competencia".
Eteri, con una sonrisa enigmática, observó cómo Kayn se alejaba. El misterio que lo rodeaba era una fuerza irresistible que la atraía. El campeonato se acercaba, y ella estaba lista para desentrañar el enigma de Kayn.
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Alexandra, con la mente llena de imágenes de Kayn, se encontró de repente con su presencia real frente a ella. Un escalofrío recorrió su espalda al sentir la sombra de su figura. Nadie lo había visto acercarse. Un momento antes, todos habían presenciado cómo se había retirado a un rincón oscuro del patinadero, y ahora, de repente, estaba allí, justo frente a ella.

Las otras patinadoras y patinadores cercanos se sobresaltaron. Un murmullo de sorpresa y confusión recorrió el lugar. Nadie podía explicar cómo había llegado hasta allí sin que nadie lo viera.
Kayn, con un fuerte suspiro que resonó en el silencio del patinadero, miró fijamente a Alexandra. Sus ojos, ocultos bajo la máscara carmesí, parecían penetrar en su alma. Alexandra, con su característica mirada fría, una de las razones por las que era tan temida, respondió a la mirada de Kayn. Una leve duda se asomó en sus ojos, ¿qué hacía él frente a ella?
De repente, Anna Shcherbakova, una de las patinadoras más jóvenes y prometedoras de Rusia, irrumpió en la escena. Con una sonrisa nerviosa, se dirigió a Kayn. "Kayn, ¿puedo ser tu amiga?", preguntó con una voz tímida.
Kayn, con un gesto de respeto, respondió: "Anna, aprecio tu amabilidad, pero prefiero mantenerme discreto. No busco amistades". Sin embargo, su tono de voz no fue brusco, dejando entrever que no era un no definitivo.
Kayn, sin apartar la mirada de Alexandra, le preguntó: "¿Quieres que te enseñe un par de trucos?".
Alexandra, con una mezcla de curiosidad y desconfianza, respondió: "Sí, por qué no".
Kayn, con un movimiento rápido, se acomdo un poco la máscara, la cual le cubría todo su rostro, dejando solo visibles los irirs sus ojos carmesi. Alexandra, con una leve sorpresa, sintió que se le erizaba la piel. Nunca había visto a Kayn sin máscara pero solo la intensidad de su mirada la dejó sin aliento.
Kayn, con un movimiento preciso, la guió hacia un lado de la pista. "Alexandra", dijo con una voz suave, "Tienes un talento excepcional. No lo olvides nunca". Su mirada, por un instante, se suavizó, y Alexandra sintió que su corazón dio un vuelco. Era la primera vez que alguien le decía algo así, y la frialdad que normalmente la caracterizaba se vio interrumpida por un segundo.
"Te tengo respeto", continuó Kayn, su voz ahora más profunda. "Pero no te confíes en eso. El patinaje es un arte, Alexandra. Aunque claro ademas de eso es una constante lucha no solo por llegar a la cima sino por mantenerse ahi".
Alexandra, con un nudo en la garganta, asintió. La presencia de Kayn la había dejado aturdida. Su fama, su misterio, su talento... todo eso la fascinaba.
Kayn, con movimientos precisos y una técnica impecable, le mostró algunos de sus trucos. Sus manos, cubiertas por guantes negros, se posaron sobre sus hombros no sin antes pedirle permiso, guiándola con suavidad. Alexandra, con un esfuerzo, trató de imitar sus movimientos, sintiendo la energía que emanaba de él.
"El patinaje es un juego de equilibrio", dijo Kayn, su voz suave pero firme. "Debes encontrar el punto perfecto entre la fuerza y la gracia".
Mientras Alexandra se concentraba en la práctica, Anna Shcherbakova, con una sonrisa carismática, observaba cómo su amiga entrenaba bajo la guía de Kayn. Ella tenía un debate interno: ¿debería hablarle de nuevo a Kayn? ¿O sería mejor dejarlo en paz?
Después de un momento de vacilación, Anna decidió que valía la pena intentarlo de nuevo. Se acercó a ellos, interrumpiendo la práctica por un segundo. "Kayn", dijo con todo respeto y admiración, "¿podría también estar bajo tu guía? Admiro tu talento y tu pasión por el patinaje".
Kayn, con un silencio sepulcral, la miró fijamente. Parecía estar pensando profundamente en la petición de Anna. Después de un momento, asintió con la cabeza. "Está bien, Anna. Puedo enseñarte también".
La acción de Kayn tomó por sorpresa a la mayoría en el lugar. Eso significaba que él las reconocía, que no era un simple fantasma que aparecía y desaparecía sin dejar rastro. Era un maestro, un guía, un mentor. Y ahora, tanto Alexandra como Anna estaban bajo su tutela, por ahora almenos.
El patinadero se convirtió en un escenario silencioso, un espacio donde solo existía el hielo, la música y la pasión. Alexandra y Anna, con la mirada fija en Kayn, sintieron que su mundo se había transformado. La competencia se acercaba, y ellas estaban listas para luchar por su sueño, con la guía de la leyenda viviente, Kayn.
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