Chapter 4: El corazon de una patinadora
.
.
.
El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Alexandra, con un suspiro, se alejó del lago, la imagen de Allen todavía fresca en su mente. La sensación de misterio que lo rodeaba la intrigaba, y la idea de que él pudiera estar observándola desde alguna parte le provocaba una mezcla de emoción y nervios.
Mientras conducía de regreso a la ciudad, su teléfono vibró en el asiento del copiloto. Era un mensaje de Anna. "Alexandra, ¿estás libre mañana? Tengo una sorpresa para ti."
Alexandra sonrió. Anna siempre tenía planes emocionantes, y ella estaba ansiosa por saber qué se traía entre manos. "Claro, Anna, dime dónde y cuándo."
"Te veo mañana en el estudio de grabación. ¡No llegues tarde!"
Alexandra sintió una oleada de curiosidad. ¿Qué estaba tramando Anna? ¿Acaso tenía que ver con su nuevo proyecto musical?
Al llegar a su apartamento, Alexandra se encontró con un mensaje en la puerta. Era una nota de su agente, recordándole su compromiso con una gala benéfica esa noche. Alexandra suspiró. La vida de una patinadora de élite era una mezcla de entrenamiento, entrevistas, eventos y compromisos sociales. A veces, se sentía como si estuviera atrapada en una rueda de hámster, corriendo sin descanso.
Sin embargo, en medio de la vorágine, Alexandra siempre encontraba momentos para conectar con su pasión. Esa noche, mientras se preparaba para la gala, se puso su vestido de gala, un diseño elegante y sofisticado que resaltaba su figura. Al mirarse en el espejo, se dio cuenta de que, a pesar de la presión constante, seguía siendo la misma Alexandra, la niña que había soñado con patinar sobre hielo desde que tenía cinco años.
La gala benéfica se celebró en un hotel de lujo, rodeado de luces brillantes y gente elegante. Alexandra se sintió un poco fuera de lugar en ese ambiente, pero su profesionalidad la ayudó a mantener la compostura.
Mientras conversaba con los patrocinadores y admiradores, su mente divagaba. Pensaba en Allen, en su misterio, en su pasión por el patinaje. Se preguntó si él estaría ahí, en algún lugar de la multitud, observándola desde la distancia.
.
.
.
De repente, sintió una mirada sobre ella. Se giró y vio a un hombre alto y delgado, con una gabardina negra que ocultaba su rostro. Sus ojos, oscuros y penetrantes, la observaban con una intensidad que la hizo sentir incómoda.
Alexandra sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Era él? ¿Era Allen?
El hombre se acercó a ella, su mirada fija en sus ojos. "¿Alexandra Trusova?" Su voz era profunda y grave, con un ligero acento que no pudo identificar.
Alexandra sintió que su corazón se aceleraba. "¿Sí?"
"Te entrego esta carta, es de un admirador anonimo" El hombre le extendió un sobre con un gesto.
Alexandra tomó el sobre con un gesto de cortesía, sintiendo una punzada de curiosidad. No era la primera vez que recibía una declaración de amor de un admirador anónimo.
El hombre se alejó, desapareciendo entre la multitud. Alexandra se quedó allí, con la mente llena de preguntas. ¿Quién era este admirador? ¿Y qué quería de ella?
Sin embargo, la curiosidad no la invadió. Alexandra se había acostumbrado a las declaraciones de admiradores anónimos, especialmente después de su éxito como patinadora. Con un suspiro, se guardó el sobre en su bolso y se dirigió a la barra para servirse un poco de champán.
La gala benéfica se desvaneció en un vago recuerdo. Alexandra no podía concentrarse en nada más que en la conversación con los patrocinadores y en los planes de entrenamiento que tenía para la próxima semana. Esa noche, mientras se preparaba para dormir, abrió el sobre y leyó la carta.
"Estimada Alexandra,
He estado observándote durante mucho tiempo. Tu pasión por el patinaje es inspiradora. Tu talento es excepcional. Me gustaría tener la oportunidad de conocerte mejor.
Atentamente,
Alexandra sonrió, sintiendo una mezcla de curiosidad y indiferencia. "Otro admirador anónimo." Se dijo a sí misma. "Es tan romántico."
Se guardó la carta en su mesita de noche y se acostó a dormir, sin darle mucha importancia. La vida de una patinadora de élite era demasiado ajetreada para perder el tiempo con admiradores anónimos. Ella tenía otros sueños, otros objetivos, otras metas que alcanzar.
.
.
.
El aire gélido de la mañana rusa picaba las mejillas de Kamila mientras se deslizaba por la pista de hielo. A las 8 en punto, el centro de entrenamiento estaba casi vacío, solo algunos entrenadores se movían entre las sombras. Kamila, con una determinación inquebrantable en sus ojos, comenzó su rutina diaria.
Primero, un calentamiento exhaustivo: estiramientos dinámicos para flexibilizar sus músculos, ejercicios de equilibrio sobre una pierna para fortalecer su core, y saltos ligeros para activar sus piernas. Luego, la intensidad aumentó. Kamila se dedicó a la perfección de sus saltos cuádruples, aterrizando con una precisión milimétrica cada vez. También practicó sus giros, cada uno más rápido y elegante que el anterior, un torbellino de hielo y gracia.
Mientras Kamila ejecutaba una serie de combinaciones de saltos y giros, su entrenador, Eteri Tutberidze, se acercó a ella. Su mirada era penetrante, observando cada detalle del movimiento de Kamila. "Kamila", dijo Eteri, "el campeonato internacional está a la vuelta de la esquina. Necesitas estar preparada".
Kamila asintió, su rostro serio. Eteri continuó: "Este año, la competencia será feroz. Tendrás que enfrentarte a las mejores patinadoras del mundo. La japonesa Rika Kihira, con su triple Axel, y la estadounidense Alysa Liu, con su increíble potencia y altura en los saltos, serán tus principales rivales. No te confíes, Kamila. Debes entrenar más duro que nunca".
Kamila escuchó atentamente cada palabra de su entrenador, absorbiendo la información como una esponja. Sabía que el camino hacia la victoria sería difícil, pero estaba decidida a darlo todo. La pasión por el patinaje ardía en su interior, y la determinación de triunfar era un fuego que no se extinguiría.
.
.
.
----------------------------