Chapter 10: El salto hacia la grandeza
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Allen, envuelto en la penumbra de las gradas, observaba la competencia con una mirada fría y calculadora. Su rostro, oculto entre la multitud, era un lienzo en blanco, sin revelar ni una pizca de emoción. Él se había mezclado entre los espectadores, un simple aficionado más, pero sus ojos, agudos y penetrantes, analizaban cada movimiento de las patinadoras con una precisión milimétrica.
Él había visto a cientos de patinadoras en su vida, pero ninguna lo había cautivado como Alexandra. Su estilo, su técnica, su presencia en la pista, eran excepcionales. Pero lo que realmente lo fascinaba era su mirada, fría y penetrante, como la de un felino a punto de cazar.
En su último encuentro, Alexandra había sido una joven prometedora, con un potencial enorme, pero aún sin pulir. Ahora, sin embargo, era una patinadora transformada. Su técnica se había refinado, sus movimientos eran más fluidos, más poderosos, más expresivos. Ella se había convertido en una verdadera reina del hielo, dominando la pista con una elegancia y una seguridad que lo dejaban sin aliento.
Allen observó cómo Alexandra se deslizaba sobre el hielo, su cuerpo moviéndose con una gracia y una precisión que lo cautivaban. Sus saltos eran altos y poderosos, sus giros eran elegantes y precisos, y su mirada, fría y penetrante, parecía perforar la barrera que los separaba.
Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Allen, una expresión rara en él, que solo aparecía cuando se encontraba frente a algo excepcional. Alexandra, con su mirada fría y su elegancia, lo había cautivado. Ella era una patinadora excepcional, una verdadera joya en bruto, y él estaba ansioso por ver hasta dónde podía llegar.
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La primera ronda había terminado, dejando un rastro de adrenalina y expectación en el aire. Las patinadoras, con sus rostros sonrojados por el esfuerzo y sus corazones latiendo con fuerza, se reunieron con sus entrenadores para recibir consejos y palabras de aliento.
Kamila, Anna y Alexandra se acercaron a Eteri, su entrenadora, quien las recibió con una sonrisa cálida y palabras de elogio. "Han estado increíbles, chicas", dijo Eteri, con un brillo de orgullo en sus ojos. "Sus movimientos son precisos, sus saltos son altos y poderosos, y su presencia en la pista es magnética".
Alexandra, con su mirada fría y penetrante, asintió con la cabeza, pero una sensación de inquietud la invadió. Ella había patinado bien, pero algo le faltaba. Sentía que podía dar más, que podía alcanzar un nivel aún más alto.
Mientras miraba a su alrededor, buscando inspiración, su mirada se cruzó con la de un hombre encapuchado con ropa oscura. Era Kayn, el maestro, el enigma, la leyenda viviente. Ella lo reconoció al instante, a pesar de que su rostro estaba oculto bajo la máscara y la capucha.
La figura de Kayn caminó desde fuera de la pista y se acercó al borde. Alexandra, sin pensarlo dos veces, patinó hacia él, su mirada fija en la figura encapuchada. Su acción llamó la atención de algunas personas del público, de sus compañeras y de Eteri, quien la observaba con una mezcla de sorpresa y preocupación.
Su voz, suave y profunda, le transmitió una sensación de calma y seguridad. Alexandra sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, un escalofrío que la llenó de energía y determinación.
Kayn le había susurrado un truco que él le había enseñado días atrás, un truco que ella había practicado incansablemente, pero que aún no había logrado dominar. Era un salto sextuple, un salto que solo unos pocos patinadores en el mundo habían logrado realizar.
La competencia se reanudó, y las patinadoras volvieron a dar lo mejor de sí. Alexandra, con una leve sonrisa en su rostro frío, se deslizó sobre el hielo con una seguridad y una determinación que la hacían parecer invencible.
Ella se preparó para el salto, concentrando toda su energía en el movimiento. Su cuerpo se elevó en el aire, girando con una precisión milimétrica. El público, con la respiración contenida, observaba con asombro cómo Alexandra realizaba el salto sextuple, un salto que nunca antes había logrado realizar.
Kayn, de pie al borde de la pista, sonrió levemente bajo su máscara, su mirada llena de orgullo. Alexandra, como si le agradeciera, le sonrió con gratitud.
El estadio se llenó de aplausos y vítores. Alexandra había logrado lo imposible, había realizado un salto sextuple, un salto que la había catapultado a la cima de la competencia. Ella había demostrado su valía, su talento, su determinación.
Y lo había hecho con la ayuda de Kayn, el maestro, el enigma, la leyenda viviente.
La competencia había dado un giro inesperado, y el futuro del campeonato era incierto. Pero una cosa era segura: Alexandra, la reina del hielo, estaba lista para luchar por el título.
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